‘El microrrelato reclama su espacio con la ayuda de la tecnología digital’

Abstract

En el siglo XIX el cuento descubre en el periódico un nuevo medio de difusión, pero para ello se tiene que adaptar. El formato periodístico exigía un cuento mucho más corto, es decir, más intenso. Creadores y teóricos como Edgar Allan Poe o Antón Chejov hacían hincapié en la necesidad de condensar e intensificar. El cuento debía ser leído de una sola sentada, con el objetivo de generar, como defiende Poe, una “unidad de impresión”. Si entendemos, como señala Darío Hernandez, que esta condensación del cuento, junto a la narrativización del poema en prosa impulsada por los poetas simbolistas franceses encabezados por Baudelaire, sienta los cimientos del microrrelato, podemos defender, junto a la percepción y representación fragmentaria de la realidad que caracteriza al modernismo, las exigencias del formato periodístico como impulsoras de este nuevo género literario.

Quizás esta manera de entender el origen del microrrelato arroje luz sobre la situación actual del mismo. Hoy en día, el microrrelato vive su momento más prolífico. Sin duda, la razón de fondo de este éxito de nuevo radica en su capacidad de ajustarse a la percepción fragmentada de la realidad que intensifica la sociedad postmoderna. No obstante, creemos que las tecnologías digitales, como el periódico en el siglo XIX, también juegan un papel importante en dicho éxito. Este artículo intentará explicar cómo dichas tecnologías han hecho posible que el microrrelato llegue al lector postmoderno, no sólo por su capacidad difusora, sino también por imprimir en el microrrelato un formato de expresión que se adapta a la perfección a los hábitos de lectura de dicho lector, el cual está acostumbrado a recibir información en la web de una manera breve y fraccionada.